De suyo tiene el arte de la música, que es capaz de trasladarnos sin el aderezo de las palabras ni el beneplácito de la voluntad, a ese terreno que llamamos emoción tan pronto como la percibimos. Este viaje sensorial que todos hacemos constantemente, a través de cualquier soporte, de manera voluntaria o inconsciente, alcanza su más alta expresión en el directo, eso que llamamos concierto, música sobre un escenario o en vivo... intérpretes y oyentes que en perfecta sintonía se reúnen en torno al sonido, el silencio, la melodía, el tiempo y, en definitiva y como resultado, la explosión de disfrute y júbilo que la conjunción de todos esos elementos vienen a provocarnos. Esto que parece ser más producto de la magia que del resto de cosas, le viene sucediendo al ser humano desde que tiene percepción de sí mismo y cuanto le rodea, desde que las hogueras amenizan los más ancestrales rituales y la supervivencia tribal se decide cada día. Es eso que une lo físico y lo espiritual y que rara vez somos capaces de explicar.
Y hasta aquí hemos llegado, culminando un viaje de milenios que nos reconcilia como especie, pero que también nos obliga a conocer, cuidar y respetar un legado que es patrimonio de infinitas generaciones, quienes lo crearon, perfeccionaron y sobre todo divulgaron para que hoy continúe vigente entre nosotros.
Así que una sala de conciertos, no es más (ni menos) que la plasmación moderna de esa tribu que en torno al fuego apresurado de una hoguera, trata de escaparse de la monótona cotidianidad y olvidarse por un rato de sus desmanes, para darse al disfrute y el goce de sus sentidos.
Y eso fue, puede que no con tanta épica pero sí a grandes rasgos, lo que vivimos este pasado viernes quienes tuvimos la oportunidad de asistir al 2º Festival de música en directo Vital Alsar, en la Sala Black- Bird de Santander.
Un señor alto, moreno, algo enjuto pero simpático llamado Pablo se manifiesta como presentador del evento. Conoce a tod@s y cada un@ de l@s artistas que subirán al escenario y se le nota. Para tod@s tiene palabras de agradecimiento y no repara en cortejos.
El primero en aparecer es un joven músico multi- instrumentista de nombre Mariu Torre, el cual nos presenta varios instrumentos tradicionales cántabros. No sólo se limita a enseñarlos y hablar de ellos, de su naturaleza, origen y sonido, sino que además demuestra sus habilidades como intérprete con los mismos, ejecutando tonadas de nuestro folklore o pasajes de las mismas que a muchos nos retrotraen a tiempos no muy lejanos (sólo éramos un poco más jóvenes) en los que danzábamos sin descanso por la geografía cántabra detrás de todo lo que oliera mínimamente a concierto de música folk.
Tamboriles, un cuerno de vaca tudanca que pasó de mano en mano entre los asistentes y que alguien consiguió tímidamente hacer sonar, la dulzaina, un acordeón antiguo, el rabel, la pandereta, el olvidado Silbu otrora instrumento reverenciado por estos lares y otros vecinos, y finalmente la gaita, representada por dos ejemplares, uno de ellos centenario. Finalmente y como colofón, Mariu dio por terminada su actuación haciendo dueto con la panderetera Eli Andrés. Muy emocionado, el respetable mostró su agradecimiento con una sentida ovación.
He aquí el enlace por el cual podéis acceder a más información acerca de Mariu...
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=1764485723597777&id=100001091002276
Y llegados a este punto, llegó la puesta de largo sobre las tablas del Black-Bird para tres de nuestras alumnas, que con toda la ilusión, desempeño y actitud que la ocasión requería, quisieron también dejar su impronta en la sala. Fue Aroha en primer lugar quien subió a su escenario guitarra en mano, para dedicarnos unos acordes. Parecía no sentir la presencia de su público ya que en ningún momento dio muestras de titubear, más bien parecía estar haciendo algo cotidiano pues los nervios no se dejaron sentir en su rostro en ningún momento.
A continuación fue el turno de Ariadna e Inés, que se decantaron por una canción micrófono en mano, y que una vez más demostraron que tienen empuje y talento suficiente para dar la nota donde se lo propongan... "lo malo", se quedó en nada.
También se animó a subir al escenario Rodri, que con valentía y desparpajo habló a los asistentes y agradeció poder estar allí y estar en general... genio y figura.
La mañana se sucedía y los estómagos de los más peques comenzaban a pedir algo más que música, con lo que la sala se convirtió en cuestión de momentos en un merendero musical, sostenible gracias a las papeleras proporcionadas por el propio local.
Finalmente, y de forma un tanto inesperada y espontánea, aparecieron dos nuevos personajes para poner la guinda en esta historia. Raúl Oslé y Nacho García, dúo de folk, culminaron el concierto interpretando varias melodías, ataviados con gaita y mandolina de cuatro pares de cuerdas... baile, juego, risas y disfrute marca Vital Alsar, para poner el punto y final a tan buena mañana e irnos de mini-vacaciones con el mejor sabor de boca posible.
Gracias a tod@s y cada un@ de quienes hicisteis posible que la actividad se pudiera llevar a cabo. Fue un placer estar, escuchar, sentir, aprender, reír, aplaudir y descubrir, una vez más, que estamos vivos en parte gracias a la música.
Jose
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