4/19/2018

Ra, Isis, Neftis, Sobek, faraones, pirámides, Nilo…. Estas palabras últimamente suenan continuamente en mi casa. Leo nos cuenta de forma apasionada cada una de las cosas que van investigando sobre el antiguo Egipto, como cosechaban, la importancia del Nilo, las momificaciones….

Llega el día en que se programa una salida a Mataleñas donde todos/as serán arqueólogos.

Ha salido el sol. Mi hijo Leo ha estado toda la tarde del día anterior contándome emocionado que se van a ir de excursión y van a excavar para encontrar restos del antiguo Egipto.

Está tan contento, que me quiero zambullir con él en esta experiencia y me apunto a la excursión.

El camino se hace sin prisas, sin ir en filas, cada niño/a va a hablando y jugando con sus amigos/as. Nos encontramos una lagartija, palos flores y dientes de león que vamos soplando mientras caminamos y pedimos deseos.



Cuando llegamos a la zona de los columpios una de las maestras, les expone la propuesta de arqueología, que entre todos decidieron días antes. Hay una zona acotada donde pueden excavar. Todo el material está preparado.

Pero los niños/as deciden que tienen hambre, toman el almuerzo y se ponen a jugar.

Poco a poco, sin prisas y respetando los intereses de cada uno/a, se van incorporando de forma voluntaria, a la propuesta.



La mañana va pasando y en grupos o de forma individual, algunos/as más tiempo y otros/as menos, van cogiendo las palas y van descubriendo, pergaminos, vasos canopos, momias…



Se va combinando del juego libre a la inquietud de ir acercándose y descubrir algo.



Como madre ha sido maravilloso, ver cómo se respetan los intereses, las inquietudes las motivaciones de cada uno/a de ellos/as, y que se entienda el juego como un modo de aprendizaje.

Mi hijo, Leo, volvió encantado y feliz y con unas ganas tremendas de seguir descubriendo.

Cristina, mamá de Primaria 

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